soneto del pintor borracho, orgulloso, cobarde y elegante

Este pincel destiñe lo que tiño
porque sabe que de esa forma queda
contenta en este molde al que me ciño
la musa que me alienta y que me veda.

Este lienzo, al que yo le llamo trapo
ni sospecha que sea más mío que suyo.
Y el pincel, que es quien posa de capo
Ignora con maestría este mi orgullo

que, caprichoso, a sus cerdas se enreda,
de las que con dificultad escapo
y a quien todos mis males atribuyo,

que, no obstante, facilita que pueda
sentirme algo más cómodo en su apo-
sento que me expectora cuando huyo.

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